Tengo
algo más de treinta años y en 2012 decidí quedarme algún tiempo en Perú por
ocio, aunque también por trabajo. En agosto de ese mismo año un compañero de
trabajo me invitó a unas charlas gratuitas de filosofía que por los títulos me
resultaban interesantes.
Los
títulos de las charlas a las que acudí durante semanas, antes de apuntarme al
curso de filosofía, eran: “Historias para despertar el alma”, “Vence tus
miedos”, “El secreto de la felicidad”, “El guerrero interior”, “El arte de ser
uno mismo”, entre otros.
Recuerdo
que nada más al entrar en la sede se me acogió con gran cortesía, me invitaron
a rellenar una ficha con mis datos y a marcar con una cruz sobre los temas en
los que estaba interesada que aparecían en la ficha.
Aquellas
primeras charlas a las que acudí recuerdo que rescataban mi espíritu más
idealista.
Nueva
Acrópolis se presentaba como una asociación filosófica, cultural y de
voluntariado que reunía idealistas de todo el mundo para, según ellos,
“construir un mundo nuevo y mejor”.
La
verdad es que quedé tan entusiasmada con las charlas, que al mes siguiente me
apunté al curso de filosofía de primer nivel. Me parecía mágico que aquellas
charlas causaran tanto impacto en mí y me hicieran sentir como si esas horas
fueran el oxígeno que necesitaba para afrontar las dificultades del día a día.
Meses
después entendí por qué pasé por esa sensación: cuando el profesor jefe de la filial,
después que uno de los miembros que estaba siendo formado para dictar charlas
gratuitas llenara una noche la sala con el tema “las siete claves para amar con
éxito” (pero sin ningún inscrito en el curso de filosofía) él comentó que la
sala se había llenado y que eso era de por si un éxito, pero que el objetivo no
había sido cumplido y que la charla debía ser para los asistentes “algo que en
cuestión de 1 hora y media fuera capaz de dejar huella y despertar mejores
sensaciones que las vividas en el trabajo, la familia, los amigos, la pareja y
el entorno general haciendo así del curso de filosofía en el que deberían
inscribirse una vía de escape y reflexión de sus vidas”.
O
sea que las charlas están específicamente diseñadas para dar esa sensación.
Recuerdo
que me interesé mucho por participar en las actividades, en las clases de otras
temáticas y en las reuniones que los miembros tenían en otros horarios y días,
y se me explicó que yo podría acceder a ello cuando me convirtiera en un miembro;
entonces, naturalmente, mi pregunta fue:
¿Y qué hay que hacer
para hacerse miembro?
Y
la respuesta de dos personas miembros de Nueva Acrópolis desde hacía varios años
–y que yo entonces ya consideraba casi amigos– fue:
- “Cuando llegue el
momento, el profesor (jefe de la filial), te invitará a pertenecer a Nueva
Acrópolis como miembro”.
Eso
sonó a que debía mostrar mi mejor sonrisa y mi mejor actitud para de algún modo
agradar a la persona que tomaba las decisiones sobre quién era miembro y quién
no. Sin embargo unos tres meses después me percaté que el profesor jefe de la
filial tenía más interés y ansiedad por sumar miembros en Nueva Acrópolis que
yo o cualquier estudiante del primer nivel de filosofía podíamos tener de
llegar a ser miembros ya que parecía algo muy importante para él.
A
los tres meses se me entrevistó para invitarme a ser miembro y el planteamiento
era muy sencillo, tenía que cumplir tres requisitos:
1) No faltar nunca a mis
clases.
2) Pagar puntualmente mi
cuota (30 soles, lo equivalente a 7 €).
3) Y colaborar con las
actividades y necesidades de la Escuela de Filosofía.
Y
a cambio del cumplimiento de tales requisitos, se me indicaron los beneficios
de ser miembro de Nueva Acrópolis:
1) Acceder al famoso
“Programa blanco”, es decir, el programa de estudios de Nueva Acrópolis,
dividido en no sé cuántos niveles y con un tiempo indefinido.
2) Participar en las actividades
de teatro, música, voluntariado y cualesquiera otras de Nueva Acrópolis.
3) Poder tener acceso a
la escuela y a la convivencia de crecimiento personal con sus miembros que son
personas que persiguen un mismo Ideal: acrecentar virtudes, ir apagando
defectos llevando una vida basada en la filosofía, crear un núcleo de personas
que sean el principio de un mundo nuevo y mejor para dejar atrás lo que ellos
llaman “el viejo mundo”.
Acepté
ser miembro en diciembre de 2012, cuando para entonces me sentía en un ambiente
muy reconfortante, amistoso e idealista compartiendo reflexiones del día a día
con los compañeros.
Se
me citó a lo que ellos llamaron “una fiesta de aceptación como miembro”, que
básicamente consistía en una ceremonia o ritual en el que había que guardar un
protocolo. Se me enseñó el escudo de Nueva Acrópolis y se me explicaron todos
sus símbolos: se me explicó que existía un himno interno de Nueva Acrópolis y se
me dio una fotocopia con una letra de canción, porque íbamos a cantarlo; y también
se me ofreció una hoja de laurel explicándome que ese era el símbolo de la
victoria y que yo había “conquistado el idealista que había en mí para
convertirlo en un pequeño filósofo”. Y se me enseñó el saludo a mano alzada de
Nueva Acrópolis.
Se
me repitió en más de una ocasión que Nueva Acrópolis no era una secta por el
hecho de tener un escudo, un himno y un saludo, poniendo el ejemplo de que si
así fuera todos los equipos de fútbol también serian una secta o incluso los
partidos políticos. Pero yo no me quedé muy convencida y a partir de ese
momento todo comenzó a ser extraño para mí.
Aunque
traté de disimular y dejar a un lado mis prejuicios, en los meses posteriores
fui muy observadora y empecé poco a poco a escuchar cosas que no encajaban:
como por ejemplo una idolatría desmesurada hacia Jorge Ángel Livraga Rizzi más
conocido como “JAL”, el fundador, lo cual yo no compartía y en un par de
ocasiones cuando me negué a quedarme por la noche a ver un documental sobre JAL
note rápidamente el disgusto del profesor y parte de mis compañeros.
Recuerdo
que durante las clases de filosofía se mezclaban demasiado filosofía y
esoterismo, se hablaba mucho de Teosofía y se admiraba a Helena Petrovna
Blavasky. El profesor repetía muchas veces que Nueva Acrópolis es una escuela
de filosofía en la que se enseña un modo de vida y no una religión, que Nueva
Acrópolis está totalmente en contra de los fanatismos, de las divisiones de
clases, raza, sexo, etc., y sobre todo repetía que no éramos una secta.
Conversé
en un par de ocasiones con el profesor sobre las críticas al fanatismo ya que
en la escuela se hacía mucha diferenciación entre las personas que éramos
miembros y los que no lo eran; por ejemplo se hablaba de “Acropolitanos” y “No
Acropolitanos”, de los “creadores del mundo nuevo” (que son los miembros Acropolitanos) y
de la “gente del mundo viejo” (que son las demás personas). Pero esas
conversaciones acababan habitualmente intentándome hacer ver que yo no estaba
entendiendo bien los términos y que ciertas dudas resultaban fruto de una
“mente inferior” o lo que ellos llamaban “bajo nivel de conciencia”.
Al
poco tiempo empecé a ver también que incluso entre los propios “miembros Acropolitanos”
existían categorías (cada uno con su correspondiente escudo, bandera, color y
uniforme). Y esto se pueden reagrupar en cuatro categoríoas:
1. Los miembros
Acropolitanos inferiores.
2. Los miembros
Acropolitanos de las Fuerzas Vivas (divididos en las Brigadas Masculinas, las Brigadas
Femeninas y el Cuerpo de Seguridad).
3. Los miembros
Acropolitanos Hachados.
4. Y los miembros
Acropolitanos superiores (dirigentes, jefes de filiales, etc.).
En
Perú, Nueva Acrópolis tiene una casa de campo llamada “Heliopolis” de la que
todos los miembros y el jefe de filial hablan maravillas. Heliopolis es un
enorme complejo de casi 12 hectáreas con capacidad para hospedar hasta 700
personas donde se imparten clases especiales a los mandos intermedios y los miembros
de las Fuerzas Vivas, y una vez al año se hace la reunión de nuevos miembros
que es la presentación oficial de los nuevos miembros a la Directora Nacional.
Yo
acudí a la jornada anual de nuevos miembros que hubo en octubre de 2013. Éramos
cerca de 200 personas. Es un fin de semana en el que hay programadas diferentes
actividades, todas ellas supervisadas por miembros antiguos de las Fuerzas
Vivas.
Dentro
del programa, y durante las dos mañanas que pasamos allí, el horario era el
siguiente: a las nueve de la mañana nos reunían en un prado frente a la pirámide
gigante y nos hacían formar filas al estilo militar, luego esperábamos firmes
la llegada de la Directora Nacional, la Sra. Beatriz Díaz Canseco, mas conocida
entre los Acropolitanos como “La Maestra”, que nos invitaba a saludar a la
Madre Tierra y al Padre Sol con la mano alzada (es entonces cuando tuve muy
claro que en aquel lugar se educaba a algo mas que aparentes filósofos).
También
había horas de clase de filosofía con la Maestra y como no ¡también 2 horas de
documental sobre la vida de JAL al que debías asistir a la fuerza! Y también había
una ceremonia o ritual para “dejar las debilidades o defectos atrás”.
“La
Maestra” es una personalidad muy admirada y también idolatrada entre los
Acropolitanos, todos le llevan regalos y la agasajan con canciones, escritos y
sorpresas tratando de impresionarla (cosa que yo tampoco entendía muy bien por
qué se hacía).
Durante
esas jornadas se te informa que no puedes hacer fotografías a determinados
espacios como por ejemplo a los símbolos, a la pirámide gigante que hay en el
centro de Heliopolis y a otros espacios con retratos de JAL.
Muchos
nuevos miembros habitualmente manifiestan problemas con la familia por el
tiempo que pasan en la organización, lo que hace que muchos padres se pregunten
qué hace su hijo o hija allí. Nueva Acrópolis deja claro que es mejor no
hablarle a la familia de lo que se aprende allí y tampoco hablar sobre “EL
IDEAL” (crear un mundo nuevo y mejor), ya que según ellos dicen, tus familiares
no te van a entender.
Nueva
Acrópolis es consciente de estos conflictos que experimentan los nuevos
miembros y es por eso que celebran jornadas festivas especiales para los familiares:
como la celebración del día de la madre, el día del padre, festivales de
poesía, teatro, música o voluntariado, en las que se invita a las familias de
los miembros a participar para que poco a poco se queden tranquilos e identifiquen
a Nueva Acrópolis más como una institución cultural y de voluntariado, que como
escuela de filosofía.
Pasados
unos meses, mis dudas empezaron a acrecentarse. Las cuentas económicas en la
filial no son transparentes, para las acciones de voluntariado te piden dinero,
las cuotas de miembro variaban en función de la filial, y los cursos son
interminables. El jefe de mi filial llevaba más de 20 años y no había terminado
todavía el famoso “programa blanco” de cursos, etc.
Recuerdo
un miembro con un nivel de dependencia tan alto que cuando consiguió un empleo
nuevo para el que hacía tiempo que se preparaba, llamó al jefe de filial para
consultarle si los horarios que le presentaban en ese trabajo eran compatible
con los horarios de las actividades y clases previstas para los meses
siguientes, y como no lo eran finalmente rechazó esa oferta laboral.
En
una conversación en la que confesé que me gustaría tener hijos, el jefe de
filial me interrogó sobre si me sentía realmente preparada para tener hijos, me
preguntaba sobre si estaba segura y era consciente de lo que significa traer
otra persona a este mundo e intentó hacerme entrar en duda de si podía
sobrellevar la responsabilidad de educar a un nuevo ser humano.
Semanas
después hablé del tema de tener hijos y hacer familia con otras personas de
Nueva Acrópolis y sorprendentemente todas contestaron lo mismo: no querían
tener hijos porque no se sentían preparados para traer un nuevo ser humano a
este mundo, las misma palabras que el jefe de filial utilizó conmigo.
Luego
entendí por qué Nueva Acrópolis no le conviene que sus miembros deseen tener
hijos, y es porque los hijos reclaman mucho tiempo y atención, y eso es tiempo
que se restaría de la colaboración con la organización, además de que los hijos
se convierten en tu verdadero centro de vida.
Tomé
la decisión de indagar sobre si yo era la única persona con dudas entre mis
compañeros de filial de la forma más discreta posible teniendo en cuenta que
todo lo que hablara con los que consideraba ser mis “amigos”, luego podrían
comentárselo al jefe de la filial.
No
me resultó difícil encontrar a varios de mis compañeros con dudas y tampoco
quienes se alejaron un tiempo porque no lo tenían nada claro o llegaban a un
punto de conflicto con el jefe de la filial y las exigencias de esa
organización.
Ejemplo:
un antiguo miembro y yo habíamos hablado de ir un fin de semana a otra ciudad
para ver un festival de música, el cual llevábamos meses esperando. Y a la llegada
de la fecha, la persona que iba a acompañarme le informó al jefe de la filial
de su ausencia durante ese fin de semana y que no podría participar en la clase
del sábado.
Entonces
el jefe de la filial lo llevó aparte y le explicó que estaba faltando a sus
responsabilidades y le intentó hacer ver que no era correcto marcharse, y de
una forma muy sutil le dejo claro que se sentía decepcionado con él.
Aún
así fuimos al evento, pero esta persona me confesó que en el jefe de filial se
sentía incómodo con el hecho de que él pasara tiempo conmigo fuera del entorno
acropolitano, debido a que se había percatado de que yo estaba manifestando
dudas y que tenía buena comunicación con otros miembros.
Y
la pregunta que probablemente ronda en estos momentos al lector es:
¿Por qué continuaba
allí?
Estos
son mis motivos:
1.
Cuando empecé a tener dudas, me fijé mucho en las personas que yo consideraba
gente valida, inteligente, capaces, etc., Me preguntaba por qué ellos estaban
allí, si tal vez habían visto algo que valía mucho la pena y que yo todavía no
comprendía, no entendía por qué gente tan válida continuaba en un lugar del que
yo ya tenía dudas razonables.
2.
Me habían ayudado mucho en cosas importantes: trabajo, estudios, ellos habían
estado a mi lado en momentos difíciles y eso me generaba un sentimiento de
deuda.
3.
Creía haber hecho amigos allí dentro y sabía que si salía no volvería a tener
contacto con ellos al mismo tiempo que mis amistades fuera del círculo de Nueva
Acrópolis empezaron poco a poco a perder el contacto conmigo o yo con ellos.
Tenía un incoherente sentimiento de soledad. Pensándolo bien, a día de hoy veo
que consiguieron generarme cierta dependencia hacia ellos.
Finalmente
regresé a mi ciudad de origen donde se suponía que debía continuar con mis
clases de filosofía en otra filial, y fue entonces cuando tomé la decisión de
no volver a acudir a ninguna clase más y perder contacto definitivamente con
esa organización.
Pasé
mucho tiempo pensando en cómo había podido estar tanto tiempo en algo que
generaba dudas desde el principio, y me di cuenta de que yo en esos momentos
estaba en las circunstancias adecuadas para ser fácilmente influenciable: estaba
sola en un lugar lejano, me acogieron muy amablemente y con un tema que a mí me
gustaba mucho (la filosofía y el crecimiento personal) y sin olvidar que me
ayudaron mucho en cosas importantes para mí, generando así una sensación de
deuda.
Por
otra parte recordé a compañeros muy jóvenes que estaban seguros de estar allí
participando y me dieron ganas de hablar con ellos y hacerles ver lo
equivocados que ellos estaban, pero sabía que sería difícil y posiblemente
conflictivo.
La
decisión de olvidarme definitivamente de Nueva Acrópolis la tomé hablando con
una amiga de mucha confianza que tiene más edad que yo y mucho mundo. Ella me
explicó que ninguna persona o grupo es nadie para marcar el modo de vida y los
ideales personales de cada uno, y que el aprendizaje de la verdadera filosofía
está en los libros a los que cada uno puede acudir libremente y que la riqueza
del ser humano reside en la diversidad de opiniones, pensamientos y acciones.
También
me dijo que en este mundo hay muchos vendedores de humo, y que la única manera
de crecer como persona y ser feliz es conociéndote a ti mismo lo mejor posible
y tomando tus propias decisiones haciéndote responsable de cada una de ellas.
Así
es que les comparto mi testimonio con esa organización esperando que les sirva
y que les ayude a percibir el lado negativo que también tiene Nueva Acrópolis.
(Fuente:
www.aiiap.org/testimonio-grupos-filosoficos-1)