Hola,
mi nombre es Daniella y esta es una historia real contada desde mi vivencia y
subjetividad, pero ustedes pueden encontrar material semejante en internet, y
algunas cosas mucho más preocupantes que las que yo viví.
Estuve
once años en la organización Nueva Acrópolis de Uruguay, de los cuales siete
como Fuerza viva. Entré teniendo 14 años y grandes problemas de depresión. Los
primeros años pensé que esa organización era mi salvación y mi verdadera
familia, luego volvió la depresión y se incremento la ansiedad, y por años creí
que era mi culpa por no dar lo suficiente.
Esta
es una historia que será contada de forma algo desordenada cronológicamente,
pero ordenada emocionalmente.
Un
cimbronazo de libertad
Luego
de casi un año de pensarlo, darle vueltas, cambiar de opinión y hasta haber
tenido varias reuniones con la directora de ese lugar, el 2 de octubre de 2014 por
fin dejé la asociación cultural Nueva Acrópolis.
Tenía
pensado irme en diciembre, cuando el ritmo de "la escuela" (como se
le dice internamente) se tranquiliza y podía abandonar mis obligaciones sin
dejar a mis hermanos y hermanas con una sobrecarga de trabajo dejado por mi.
Pero mi ansiedad y mi desánimo no me permitieron seguir a pesar del infinito
deber que yo sentía, ya no por la institución sino con mis compañeros y
compañeras que nada tenían que ver con mi perdida de amor por "el
Ideal".
Al
principio tenía mil cosas en la mente, desde reproches hacia los dirigentes de esa
institución hasta reproches hacia mi misma por mi pérdida de voluntad y
devoción, pasando por once años de agotamiento mental y emocional, y varios de
depresión.
Esa
semana tenía mis tareas de voluntariado en la cafetería el jueves (solía hacer
diferentes tareas de lunes a sábado, varias horas al día). Recuerdo eso
claramente, y creo que la razón es que lo he repasado en mi mente una y otra
vez. Ese jueves sería mi última guardia en la cafetería y por lo tanto en la
semana anterior me dediqué a informar a todos los dirigentes y jefes de
sectores a los cuales podía influir mi salida, para que ellos tuvieran tiempo
de reorganizar los horarios que me correspondían y que nadie quedara recargado
de trabajo.
Recuerdo
abrazar con los ojos apenas húmedos pero con el corazón en la garganta, a un
compañero amable y genuinamente bondadoso, y que él al mirarme a la cara se puso
serio, y no recuerdo si me pregunto si me pasaba algo o solo lo inquirió con la
mirada.
¡Mi primer
sentimiento después fue un cimbronazo de libertad!
Lloraba
porque estaba abandonando a mi familia, lloraba por haberles fallado, y lloraba
porque no sabía que iba a hacer de mi vida a partir de esa noche. Pero también
lloraba porque por primera vez en mi vida adulta (ingrese a la institución a
los 14 años, me iba con 25) sentía que podía respirar.
Al
día siguiente me hice con mi cabello un mechón fucsia, salí los fines de semana
con amigos sin miedo a que nadie de Acrópolis me cruzara en la calle y pensara
mal de mi por ir a bolichear, me vestí sin tapar mis gustos extravagantes, y
dormí más y mejor de lo que anteriormente lo había hecho.
Igual
sufrí, estaba perdida, recuerdo que tras pocos años de ingresar en ese lugar mi
madre dejó de estar a gusto con que yo concurriera y me preguntó:
- “¿qué harías si Nueva Acrópolis dejará de
existir?”
A
lo que yo le respondí orgullosa:
- "La
volvería a fundar".
Por
muchos años (un tercio de mi vida hoy en día) no imaginaba una vida que no
fuera la de ser una acropolitana. Consideraba a la directora de la institución como
mi segunda madre, a los fuerzas vivas como mis hermanos y a cada miembro nuevo como
una responsabilidad, una enorme responsabilidad porque en la gesta del “Ideal”
en el alma de cada nuevo miembro, estaba el germen para cambiar al mundo... y
crear uno nuevo... ¡y mejor!
Que
fácil había perdido mi propósito y mi ambición... y sin embargo también ¡que maravilloso era sentir que descubría
cosas de mi misma!
Me
di permiso para sentir lo que sintiera y pensar lo que pensara, sin que nadie
me diera una lección moral o me intentara recordar a "los maestros de
sabiduría".
Que
hermoso era poder bailar, vestir, caminar, emborracharme, besar y divertirme sin
culpas.
Nunca
estuve en ningún cargo muy alto dentro de esa institución, y a pesar de la
opinión de la directora de aquel entonces que opinaba que yo tenía una doble
vida por salir con mis amigos de noche, yo sentía que me había tomado más en
serio que muchos dirigentes las enseñanzas morales predicadas por Nueva Acrópolis,
como ser: amable, honesta, buena y entregada.
Jamás
mentí ni disimule sobre mi personalidad algo extravagante, aunque por alguna
razón, muchos creían que si lo hacía.
Ya no
estar sola
El
sentimiento que tengo al día de hoy (junio del 2021) es de una profunda pérdida
al haber estado tanto tiempo en esa institución, porque aunque he hecho muchas
cosas que he amado, el tiempo, los años, la edad y el cansancio mental me han
limitado en hacer otras cosas que habría amado hacer a mis 17 años.
Pero
a los 17 ya estaba en pleno curso para convertirse en una “Fuerza Viva”... pero
vayamos más atrás.
A
mis 12 años, siendo una adolescente sumamente inocente, extrovertida pero
tímida, con una ambigua facilidad y dificultad para hacer amigos, caí en una
profunda depresión. Una depresión que mi familia no supo abordar correctamente
y que simplemente ignoró.
Hace
años me pregunto que habría sido de mi si en vez de entrar en una "Escuela
de filosofía a la manera clásica/Asociación cultural internacional/Escuela de
filosofía, cultura y voluntariado, etc.", mi madre me hubiera llevado con
un buen terapeuta que me hubiera ayudado a sentirme menos sola, menos suicida y
a enfrentar el bullying del liceo.
Pero
no fue lo que pasó y en la ardua búsqueda de una señal (luego de un sueño que
tuve con un monje vestido de blanco, y teniendo en cuenta que mi abuela y mi
madre siempre me influenciaron en lo esotérico) pasé por grupos metafísicos,
conferencias esotéricas y cursos gnósticos, hasta que llegué a un lugar donde
por primera vez me sentí en casa.
Todos
los temas de los que se hablaba (filosofía, alquimia, la Atlántida, los
misterios del antiguo Egipto) me hicieron sentir que estaba destinada a estar
allí, y no lo dude ni un momento. Era una adolescente solitaria, melancólica,
bonachona y sumamente inocente, que se odiaba por odiar a todos los
adolescentes de su edad con los que no lograba conectar.
En
mi egolatría puberta me consideraba más inteligente y más capaz, transformaba
en superioridad mi rencor por los jóvenes de mi generación cruel y tendía a
llevarme bien y sentir que conectaba mejor con los adultos o con los
adolescentes marginados, semejantes a mí. En Nueva Acrópolis fui bien recibida,
comprendida, amparada y sentí que por primera vez en mi vida estaba rodeada de buenas
personas que querían cambiar el mundo.
A
mis 14 años, tras varias conferencias de las temáticas ya mencionadas, en octubre
del 2003 comencé el curso de primer nivel o "probacionismo" y que es
la puerta de entrada al curso de filosofía, a ser miembro de la institución...
a formar parte... a ya no estar sola.
La
historia dentro
¿Por dónde seguir sin
caer en anécdotas tediosas?
Hice
el curso, comencé a ser voluntaria en el sector de mantenimiento, y siempre me
ofrecía para hacer más y más horas de voluntariado; y también me anotaba en
cada curso interno o externo que se abría, cosa que con los años me dio una
salida laboral y muchas aptitudes útiles para la vida... pero Acrópolis resultó
ser mi vida.
Comencé
a desconectar con amigos, a tener gestos de desprecio hacia mi madre, y como
dije anteriormente, a tener una sensación de superioridad fomentada por las
enseñanzas recibidas.
Esto
es MUY importante, y es en lo que (creo yo) muchos caímos, pues se nos
convenció de ello: Lo que yo hacía no era POR MI, ni por la institución, era
por toda la humanidad. Entonces si amabas a tu madre, a tus amigos, etc., no
importaría si ellos no te entendían, si te cuestionaban o si se burlaban,
simplemente eran demasiado ignorantes para entender tu cometido, el cual era un
bien mayor, un bien para toda la humanidad.
Yo
"no estaba poniendo un ladrillo, estaba forjando una catedral" y ya
fuera que lavara un baño, atendiera la cafetería o diera un curso de primeros
auxilios, nada de eso importaba per se,
lo importante era ayudar a hacer este mundo nuevo, lo importante era ser parte
de la historia.
"Y
ya anciano mirar desde mi invierno todo el bien que forjé en mi juventud, y
saber que yo humildemente he sido el puente, Oh Dios, entre la humanidad y
tú", dice el Himno de Acrópolis.
Sin
embargo siempre logré mantener algunas amistades cercanas por fuera, y aunque
durmiendo poco, hice algunos amigos nuevos adentrándose mi adolescencia. Algo que
obviamente no fue bien visto y siempre fui juzgada en Acrópolis, aunque no
terminaba de entender por qué.
Heroicidad
¿Qué me llevó a
meterme tan adentro?
Desde
niña siempre amé a los superhéroes, siempre amé defender lo bueno y lo justo
(como buena fan de Superman y el Capitán América, los superhéroes más nerds del
mundo).
Así
quería ser yo, me imaginaba ser como un caballero andante que luchaba contra
dragones, y por eso yo admiraba las historias de locura heroica del Quijote y
me sentía representada por toda metáfora semejante.
Era
el típico perfil que Acrópolis quería captar... en los hombres... en los
"caballeros".
Pero
darme cuenta que lo que se esperaba de las mujeres era convertirnos en
"Damas" fue un golpe más duro de lo que lograría describir en unos pocos
renglones. A mis 15-16 años la feminidad me parecía antinatural y ridícula
¿quién querría usar largos vestidos y desmayarse en la torre de un castillo
pudiendo salir a matar monstruos y dar la vida con la sangre en la cara para
servir a la justicia?
Yo
quería ser una heroína, quería ser fuerte y valiente, no hermosa y delicada...
y sin embargo con todo ese bagaje mental que ya traía, la idea de convertirme
en una dama me resultaba una prueba tan terrible que la considere la verdadera prueba
de fuego por la que debía pasar.
Por
lo tanto aprendí a usar vestidos, a cruzar mis piernas, a usar maquillaje, a reírme
menos fuerte, no hablar abiertamente de temas indebidos ni hacer chistes
burdos. Aprendí a cocinar, a lavar, a hacer arreglos florales y a vestirme más
apropiadamente para ser una "Dama".
Les
sonará absurdamente exagerado, pero no se imaginan cuán dura fue pasar por esa prueba...
Fue mi prueba de sacrificio, de heroicidad por “el Ideal”.
El ideal
Pero
no resultó todo tan bien como yo lo planeaba, supongo que siempre hubo algo
rebelde en mi, o quizás el problema radicó en que tengo una absoluta incapacidad
para entender las reglas sociales no explicitadas, problema que hoy en día me
hace notar cuáles fueron mis problemas también en la adolescencia.
Cuando
quise ser femenina, se me reprochó de querer ser "sexy" o algo así. Cuando
quise ser honesta se me acusó de “doble vida”, cuando suplique a la directora
que me dijera QUÉ HACER PARA HACER BIEN LAS COSAS, ella me contestó (luego de
decirme que estaba haciendo mal las cosas) que ella no podía decirme qué hacer.
Yo
estuve muchos años abnegada al Ideal, aceptando las opiniones de los dirigentes
o miembros más antiguos como verdades, o al admitir ante mí misma que se
equivocaban, a repetir como un mantra una frase dicha en alguna clase: "el
ideal es perfecto, los idealistas no", y así me obligaba a ahogar la ira,
a callar mis opiniones y a aceptar, siempre aceptar...
A
aceptar todo incluyendo humillaciones públicas como ser criticada por repetir
un plato de comida (yo estando gorda) o haber encerado mal los pisos (estando a
cargo del mantenimiento). Todas estas experiencias siendo menor de 18 años y
siendo voluntaria en cada actividad, recibiendo las críticas y a veces gritos
frente a todo el mundo presente.
Es
necesario aclarar que ser "rezongados efusivamente” en público por otros
de mayor rango (ya que la institución es un sistema jerárquico y piramidal),
incluso ante miembros más nuevos, era algo muy usual, y no solo para mi sino
para la mayoría con quienes conviví, incluso los dirigentes.
Pero
nada de eso importaba. El Fundador de Acrópolis, Jorge Ángel Livraga (fallecido
en 1991) decía en uno de sus libros: "El ideal justifica la cuna y el
ataúd por un Ideal se vive, y por un Ideal se muere".
Por
lo tanto si yo era capaz de morir por el Ideal, vivir a su servicio era lo
menos que podía hacer.
El cáncer
rosa o sida
Volvamos
a entramarnos en los años de formación.
Hubo
un momento muy determinante durante mi servicio y fue cuando estaba ayudando en
la secretaría de Escolástica o Bedelía por primera vez, a mis 16 años, y
bastante antes de ser una Fuerza viva (el grupo interno de la institución).
Se
me encomendó ordenar Bastiones (artículos que fueron escritos por el fundador)
y mientras yo hacia ese trabajo algunos de esos documentos llamaron mi atención
y los leí. Uno se titulaba "El cáncer rosa" y hablaba de forma
denigrante, discriminatoria y determinante contra la homosexualidad, diciendo explícitamente
que "no se aceptan homosexuales en Nueva Acrópolis", y acusándolos de
la existencia del VIH.
Bueno,
yo soy mujer cis genero heterosexual, pero a mis 16 años no estaba muy segura y
dada mi casi nula experiencia sexo-afectiva y teniendo en cuenta que tenia una
gran tendencia hacia la "masculinidad", luego de leer ese articulo
recuerdo claramente haber tomado una decisión diciéndome "soy
heterosexual".
No
fue un descubrimiento, fue una decisión radical donde no me permití ni siquiera
pensar en ser otra cosa que mujer cis hetero, porque de lo contrario, quizás me
echarían de Nueva Acrópolis, y ya para ese entonces esa institución era mi vida
y no imaginaba nada sin ella.
Pero
no fue solo eso, se hacían muchos chistes discriminatorios y como ya mencioné,
los roles de género se tenían muy determinados. Por tanto ese artículo me hizo
formar prejuicios muy extraños en mi mente ya que tenía un mal concepto de la diversidad
sexual, y sin embargo mantenía amistades con homosexuales y bisexuales a
quienes amaba profundamente. Así que me obligué a mirarlos con pena en su
ignorancia, sin perder el vínculo, pero sí expresando ocasionalmente lo
“antinatural” de su naturaleza.
La partida
Dentro
de Acrópolis viví correcciones continuas de cómo pensar, cómo vestir, cómo vivir
y hasta cómo estornudar. Viví una especie de espionaje virtual porque se me
juzgaba por las fotos en facebook o los comentarios en foros virtuales. Viví
muchas frases como "un acropolitano tiene que acostumbrarse a la soledad”.
Y también viví momentos de éxtasis místicos, pero acompañados después por años
nublados ante el miedo de no volver a experimentarlos nunca más.
Pero
lo que realmente rompió mi conexión con esa institución fue un evento puntual, y
cabe aclarar que desde mi ruptura interna hasta mi partida pasaron cuatro años,
como desde mi partida hasta mi descarga actual han pasado seis años (supongo
que así se procesan los traumas).
Un
fin de semana fui de campamento con amigos y conocidos, donde jugamos "rol
en vivo" que es un juego muy inocente donde tomas un personaje ficticio y
sobrenatural y lo personificas dentro del marco de una historia, muchas veces
con disfraces; y una de esas noches entre 16 personas tomamos 6 litros de
alcohol.
Yo
tenía alrededor de 21 años y en una foto en Facebook fui etiquetada tomando un
sorbo de una botella.
Pues
bien, la vuelta de mis vacaciones fue muy extraña porque mientras que yo sentía
que volaba sobre las nubes, estaba haciendo todo bien, teniendo amistades
saludables, tomando el aire en un campamento arbolado y volviendo para cumplir
mis deberes como Fuerza viva; al llegar a la institución mi mundo se derrumbó.
La
directora me dijo que estaba pensando en echarme de las Fuerzas Vivas porque
había visto fotos mías en donde estaba disfrazada, tomando alcohol de una
botella y haciendo “cualquier cosa”. No recuerdo más detalles, en mi cabeza solo
resonaba "echarme de las Fuerzas Vivas".
Y
al intentarle explicar a la jefa de las Brigadas Femeninas, cuerpo de las
Fuerzas Vivas a la que yo pertenecía, que las vacaciones habían sido solo
inocentes, ella me contestó:
- "Una
dama no solo debe ser, sino también parecer".
"Echarme
de las Fuerzas Vivas", yo nunca me había planteado ser otra cosa, yo
quería ser dirigente en un futuro, quería abrir una sede de Nueva Acrópolis en
otra región del país, vivir de la joyería (mi oficio en aquel entonces) y dar
clases de artes marciales (mi pasión siempre reprochada)... ¡o de lo que fuera!
Pero
en todos mis años allí, por primera vez se me planteó la posibilidad de no
estar más en esa institución.
"Echarme
de las Fuerzas Vivas". Esas palabras de la directora no dejaban de golpear
en mi cabeza. Mi madre me notó con una gran depresión, pero yo no podía decirle
lo que me pasaba ya que siempre nos fomentaron a tener mucho secretismo con los
demás porque la gente de “afuera” no lo entendería. Así que mi madre ni
siquiera sabía de la existencia de las Fuerzas vivas, y de seguro ella se enojaría
si supiera por qué me encontraba tan mal.
Saqué
fecha para una consulta con un psiquiatra porque notaba que en mi mente las
opciones eran sentirme mejor o morir, ya que no entendía otra vida debido a que
estaba convencida que servir al Ideal era lo único importante que un ser humano
podía hacer, y que si lo estaba haciendo mal entonces ¿qué sentido tenía todo?
Había
hecho una promesa desde “mi alma inmortal” con la rodilla hincada frente a un
estandarte, de servir al ideal, y no estaba pudiendo cumplirla.
Supliqué
a los dioses que ya me desvanecieran y que mis creencias de la reencarnación
fueran una mentira, pero estas supersticiones me mantuvieron viva a su vez
porque no quería morir sabiendo que renacería con la posibilidad de vivir toda
esa agonía nuevamente.
"Echarme
de las Fuerzas Vivas"... Esas palabras seguían doliendo, pero con el
tiempo ya no resonaron tan fuerte, y luego de tomar antidepresivos y dejarlos,
luego de ir a terapia y dejarla, luego de volver a intentar ser una abnegada
Fuerza viva... y dejarlo... cada vez esas palabras ya no significaron más una
amenaza.
Así
que decidí salir de las Fuerzas Vivas y eso fue un cimbronazo de libertad.
Para finalizar
Pero
quiero aclarar que estas experiencias son solamente una pequeña parte de lo que
viví en esa organización durante esos once años, sin embrago podría mencionar muchas
más.
Por
ejemplo, de la forma como los dirigentes de la institución se metían en la vida
personal, o de un artículo interno que escribió la directora hablando en contra
de los juegos de rol luego de mi experiencia, o de los comentarios despectivos contra
la gente que se había ido de Nueva Acrópolis tratándolos como si fueran débiles
o se les hubiera "muerto el alma".
O
cobre la insistencia indirecta pero sumamente clara acerca de no tener hijos, y
el secretismo en un sinfín de actividades que de haber sido menos
"secretas" quizás no hubieran generado un impacto tan grande en
quienes las cursamos, como el hecho de tener los ojos vendados pasando por
pruebas toda una noche, las cuales incluyen ponerte al borde de un médano y
cuando escucharas "salta", hacerlo sin vacilar.
Me
avergüenza hoy haberme sentido tan orgullosa en aquel momento en el que salté
alegre por no dudar ni siquiera por un solo instante, sin importarme lo que
hubiera abajo.
Googleen
“disonancia cognitiva” para entender mejor cómo funcionan estas instituciones y
el tipo de efectos que tienen en la psique de sus miembros.
~ * ~
Ya
hace seis años que me fui, pero hace menos de un año que hice el "click"
de que había estado en una secta la cual había descuartizado mi identidad, por
lo que ahora estoy incursionando en luchar contra las sectas y por eso les
comparto mi experiencia, y también me gustaría contactarme con mas ex miembros
de Nueva Acrópolis para comparar experiencias y quizás armar algún texto o
grupo de Facebook actualizado sobre las practicas y manipulaciones que se
efectúan en esa institución, pues los más intensos son antiguos y no se acoplan
a los cambios y las nuevas estrategias de manipulación que tienen hoy en día.
(Fuente:
https://docs.google.com/document/d/1pD7vqNntpRua15WqcLi2W6m8Mb6wTDQqLYTjhh6a4eQ/edit)
Camila
comentó: He leído lo que has escrito y considero que explicas muy bien algo que
nos ha ocurrido a muchos de los que hemos estado en esa organización, entramos buscando
una familia y al inicio sentimos un gran bienestar porque nos aceptan y nos
tratan muy bien, pero una vez que ya nos hemos comprometido entonces la
situación cambia y empezamos a sentirnos mal por la manipulación y el desprecio
con el que nos tratan posteriormente.
Y también me gustó mucho cómo explicaste
esa sensación de querer hacer las cosas bien, pero que por más que te esfuerces,
para ellos nunca es suficiente, y cualquier acto que vaya en contra de sus
creencias te lo reprochan como si fueras un individuo enviciado. Un saludo Daniela y gracias por compartir tu testimonio.
(Observación
de Cid: Nueva Acrópolis tiene cosas buenas pero también hay varios antiguos
miembros que la acusan de ser manipuladora y abusiva. Ustedes pueden ver más
ejemplos en este link. Así que me uno a la labor de Daniela
para denunciar la parte negativa que también tiene esa organización.)