Eso
es lo que Jorge Angel Livraga le quiso hacer creer a sus seguidores, y para
ello en su autobiografía él escribió:
« Conocí
a mi primer maestro de la siguiente manera: una tarde entré en su casona
convertida en academia de lenguas para empezar formalmente las clases, pero
ante mi asombro él no recurrió a los libros convencionales sino que me presentó
unos voluminosos manuscritos escritos en sánscrito y tibetano. Me traducía al
inglés y al castellano sus enseñanzas y en pocas horas me habló del origen del
Hombre, de la reencarnación y de otras cosas esotéricas.
Para
mostrarme lo que era "Maya" (la ilusión) me mandó recoger un lápiz
que Yo veía sobre su escritorio, pero que al posar mi mano sobre el lápiz no lo
hallé. Ese mundo maravilloso me hizo reencontrarme con mi Ser Interior y cuando
salí de su casa Yo era otro. Yo tampoco lo sabía pero había nacido el que ahora
llamáis “JAL”.
Sediento
de estudiar por Mí mismo las Doctrinas Esotéricas consulté a mi maestro y él me
puso en contacto con un par de direcciones: la de la Librería Kier que estaba
entonces en un pequeño local, y la de la Biblioteca Teosófica de la calle
Sarmiento 2478, de Buenos Aires. En la primera compré mis primeros libros que
fueron las colecciones completas de Shivananda y Ramacharaka, así como La Luz en el Sendero y A los pies del Maestro.
Llegué
a la Biblioteca Teosófica una tarde y pedí asesoramiento. Me invitaron a
hacerme socio de la misma y sin más me dejaron solo con sus 11’000 libros. Me invitaron
a retirar un libro en préstamo y me dirigí a las estanterías regresando con una
gruesa edición española de Dogma y Ritual Alta Magia de Eliphas Leví.
Permanecí
en la Sociedad Teosófica y en esa Biblioteca esotérica que “devoraba” pasando
mis noches en blanco leyendo y tomando notas.
Descubrí
que las personas que asistían, aún las más cultas, como cierta doctora en medicina,
eran del todo ignorantes en cuanto al esoterismo y se hacían una confusión
fenomenal respecto a cosmogénesis, antropogénesis y aún en las religiones del
pasado y del presente. Se hablaba mucho pero se decía poco y mal. Mi asiduidad
a las reuniones y mis correcciones, que luego veían corroboradas por libros
como La Doctrina Secreta de H.P.B.,
me llevaron a cargos directivos antes de cumplir los 19 años.
De
los 18 a los 20 años me dediqué muy intensamente a los temas esotéricos. Leí
miles de libros (no exagero) y muy principalmente las obras de H.P.B. Isis sin Velo y La Doctrina Secreta eran devorados por Mí una y otra vez.
Como
el Glosario Teosófico estaba
completamente agotado en ese entonces en Argentina, lo copié íntegramente a la
mano en muchas noches en vela que me pasaba en la Biblioteca Teosófica. Me
habían dado una llave de la misma y allí me quedaba solo deambulando por aquel
extraño recinto y leyendo hasta las viejas colecciones de revistas editadas en
España por Mario Roso de Luna, el que me impresionó vivamente.
A
los 18 años empecé a dar conferencias públicas con una concurrencia y éxito del
cual Yo mismo era el primero en asombrarme. Tocaba temas audaces del esoterismo
oriental de tal suerte que al recordarlo me avergüenzo. No había dudas en Mí,
ni menores ni mayores reflexiones sobre la veracidad de lo que enseñaba;
repetía lo que había leído y lo enlazaba y lo relacionaba con una seguridad
ciega.
Creo
que hoy estoy más cerca de la verdad, pero en aquel entonces estaba de alguna
manera más próximo a la fe y me atrevía a “explicar” en público los mayores
misterios de la Antigüedad. Todo ello me hizo de alguna manera orgulloso de mi
saber, y la devoción de cientos de personas de buen corazón, pero de mentes
simples, que llegaban a querer besarme las manos luego de cada alocución, me
reafirmaban en aquel ambiente especial.
Muchos
me llamaban "Pequeño Krishnamurti" y os confieso que me parecía
natural. Aunque la renuncia de ese pensador a la Sociedad teosófica y sus
ataques a los Maestros me hacían desear que él viajase a Argentina para
rebatirle.
Mis
actividades en la Sociedad Teosófica me habían alejado un poco de mi viejo maestro
Schmidt y además su salud ya no permitía nuestras largas entrevistas. La última
tarde que le vi, estaba tan sonriente como siempre, pero su rostro demacrado y
la frazada que cubría sus piernas inmóviles no dejaban lugar a esperanzas de
recuperación física.
Yo
estaba tan embebido en los asuntos referentes a la inmortalidad del Alma y la
reencarnación, que lo vi simplemente como si se preparase para un viaje. Hoy
creo que mi dedicación absoluta al esoterismo me habla deshumanizado en algunos
aspectos y mi rechazo y lucha cotidiana con los “viejos” que hablaban todo el
día de fraternidad, amor y comprensión, me habían endurecido el corazón.
Él
me vaticinó que Yo no iba a ser un Esoterista especializado en fenómenos "paranormales",
sino algo mucho más importante: un idealista. En mi fiebre por las Cosas Ocultas
casi rechacé sus palabras y hasta pensé (Dios se apiade de mi Alma) que estaba “chocheando”
por muy viejo y enfermo. El ser un “Mago” en el sentido fenoménico del concepto
era mi máxima ambición y lo de “Idealista” no lo terminaba de entender.
Me
dediqué muy intensamente a seguir trabajando dentro de la Sociedad Teosófica y
seguir desarrollando mis conocimientos y vivencias en el campo de lo esotérico.
Mi actividad para con las Ciencias Oculta» era intensísima; leía enorme
cantidad de libros, visitaba cuanto ocultista o "dotado" aparecía en cualquier
parte de Argentina, aunque tuviese que conducir por alejadas carreteras más de
20 horas para ello.
Por
ejemplo conocí a un curioso personaje muy erudito en astrología y me dediqué a
estudiar con él. Era el Capitán de Fragata H.N.P. que tendría luego gran
protagonismo en la caída de Perón y que tenía el grado 33 de la Masonería del
Gran Oriente Argentino, Rito Escocés. »
(Extractos)
Si
confiamos en lo que dijo Livraga, solo podemos concluir que él es toda una eminencia
en el conocimiento esotérico, pero:
¿Qué tan verídico es
esto que él afirmó?
Pues
bien los hechos demuestran que muchas de las aseveraciones que Livraga
hizo arriba seguramente son falsas porque resulta que de los libros que él escribió, así
como de los numerosos libros de texto que componen el manual de estudios que él
preparó para sus alumnos, en muy pocos de ellos enseña esoterismo.
Y
en esos pocos libros Livraga solo hace un resumen de la enseñanza teosófica ya
que no encuentro ninguna otra disciplina esotérica dentro de ellos (ni
Rosacrucismo, ni Hermetismo, ni Cábala, ni nada de otro que no sea Teosofía).
Pero el colmo es que Livraga hace un muy mal resumen de la enseñanza teosófica puesto
que sus explicaciones están llenas de errores y mentiras como se los he
demostrado en este blog.
CONCLUSIÓN
Jorge Angel Livraga
fue un pésimo esoterista que solo estudió un poco de teosofía, pero de manera
mediocre ya que él no supo diferenciar a la verdadera Teosofía de la
Pseudo-teosofía, y además Livraga le añadió a su enseñanza “esotérica” muchas
falsedades inventadas por él mismo. Y este es un ejemplo más de lo mentiroso,
charlatán y manipulador que era Jorge Angel Livraga.