Sobre
esta cripta, Jorge Angel Livraga en su autobiografía escribió lo siguiente:
« Con
una frecuencia que se acercaba a lo bimensual seguía recibiendo cartas de Adyar,
con consejos sobre mis lecturas y con algunos ejercicios. Ante la sugerencia de
que me haría falta un lugar muy privado para mis estudios y reflexiones,
concebí transformar el sótano de mi casa de Amenábar 863 en una forma de
“Cripta”.
El
proyecto fue aprobado y me dediqué a la ímproba tarea de sacar de dentro los
viejos restos de toneles de vino y otros trastos que se habían acumulado. Vi
con sorpresa que las vigas de hierro del techo lo dividían en siete partes, que
su planta rectangular se aproximaba mucho a las proporciones áuricas y que
estaba orientada según los cuatro puntos cardinales.
Confieso
que mi sorpresa duró poco, pues en aquel entonces tenía ya la interna seguridad
de estar trabajando para La Jerarquía, los Maestros de Sabiduría o como se
quiera llamarle.
Iba
a elaborar una cripta lo más parecida a una egipcia y cuando llegase a adquirir
los conocimientos y poderes necesarios, viajaría a Tíbet a especializarme. Así
que me dediqué a hacer la cripta.
Con
mis propias manos la pinté y decoré con un símbolo de la Sociedad Teosófica
sobre su puerta al entrar, y con otro símbolo interno representando el Ave
Fénix sobre una hoguera, la Lira de Apolo Pitio y por debajo una reproducción
del peso del corazón en la balanza, según el Libro de la Oculta Morada,
vulgarmente llamado “Libro Egipcio de los Muertos”. Por los costados, corrían
dos serpientes que se entrelazaban, la una negra y la otra blanca, también a la
manera egipcia. Algunos elementos
estaban pintados a la témpera y otros que mencioné y que no mencioné en pintura
fosforescente, invisible bajo luz normal y sólo visible en la oscuridad.
Así
tenía “dos criptas”, una que se veía encendiendo la luz y otra que se veía
apagando la luz.
Decoré
el techo a la manera de una mastaba egipcia, con estrellas de cinco puntas
doradas sobre un azul profundo. También había otras estrellas que estaban
pintadas con la pintura fosforescente y que sólo se veían al apagar la luz y
que se referían a ciertas constelaciones relacionadas con las 111 estrellas
“fijas” de la vieja astrología egipcia. Incluso había hecho adaptaciones
temporales y también para el hemisferio Sur.
Cubrí
el suelo de cemento, con cinco toneladas de arena pura de mar, la más fina que
pude encontrar. Monté contrapesos para poder abrir la pesadísima puerta-trampa
de hierro desde dentro y que, al descolgar los contrapesos no hubiese manera de
abrir desde fuera, salvo con ayuda de palancas de hierro y la fuerza de varios
hombres que tirasen de los pitones de bronce.
Pinté
frases en la parte interior de la puerta-trampa y en su primer zócalo, que daba
a la escalera de madera, la frase que rigió durante milenios la vida de los
Discípulos que se habían dedicado a retiros espirituales: “Sé digno de volver a
entrar”.
Al
bajar la escalera, totalmente pintada de blanco, muy empinada, de unos cinco metros
y que bajaba unos cuatro metros bajo tierra, se encontraba una pared en la cual
estaba pintada el Pentagramatón; se doblaba a la derecha para ingresar a la
cripta pasando una pequeña puerta con un cortinado de terciopelo azul oscuro,
muy pesado donde había pintado con trabajo y detalle un caracol como símbolo
del tiempo a través del cual había que pasar para entrar a la nueva dimensión
que era la cripta.
En
el lugar principal pinté con pintura fosforescente el símbolo de los ANAX y
sobre él monté un enorme Osiris que llegaba hasta el techo, esculpido por mí
sobre una masa de piedra-yeso. Este gran símbolo geométrico se enfrentaba con
su anagrama que coronaba la puerta.
La
cripta tenía una ventana de conducto indirecto que daba hacia la calle, a la cual
presentaba fuertes rejas. Era una suerte de toma de aire a la que puse una
puerta o ventana hecha de madera y lana de vidrio de manera que cerrada,
aislaba completamente de cualquier ruido exterior.
Con
la ayuda de un manual monté un sistema eléctrico que alimentaba lamparillas
escondidas y también un tubo de rayos catódicos que me había sido recomendado
para facilitar las videncias de los “Dobles”.
En
el centro puse una mesa de comedor antigua de mi abuela que se convirtió en
mesa de ceremonias, pintada de blanco y oro y con un zodiaco azul a su
alrededor. Y también me hice una especie de “Tabla de Ofrendas” que podía
deslizar sobre los signos zodiacales, aunque normalmente estaba en Acuario.
Según
lo que se me había enseñado no podía bajar a la cripta con ropa corriente y por
eso me hice confeccionar por mi madre una túnica de lino egipcio, con capucha
abatible que me cubría de pies a cabeza. Asimismo unas livianas zapatillas
blancas del mismo material y una soga con siete nudos que me ceñía la cintura.
Posteriormente
para algunas prácticas me adosaba cintas de colores con símbolos mágicos como
triángulos, cuadrados, cruces gamadas y distintivos fosforescentes que sólo
podían verse en la oscuridad.
Uno
de mis primeros ejercicios fue pintar en la pared y luego borrarlo
pacientemente, durante siete meses, una figura de pez, símbolo de la Vieja Era
de la cual acabábamos de salir. El pez fue paulatinamente reemplazado por una
montaña mágica de perfil triangular que emergía de las aguas lanzando haces de
luz en número de seis.
Así
comencé a vivir en la cripta la mayor parte de las horas del día. Al amanecer
salía a la terraza de mí casa, tan sólo vestido con mi liviana túnica, en
verano o invierno, lloviese o hiciese buen tiempo, a saludar en una posición
oracional, a Venus, el Planeta relacionado esotéricamente con Sirio.
Estas
disciplinas, contrariamente a lo que suele leerse en los libros de divulgación,
no endurecieron mi cuerpo sino mi voluntad. En cambio mi cuerpo simplemente
enflaqueció aún más, cogía resfriados a cada momento y dormía poco y a deshora.
El
“Ritmo Natural” del que hablan los libros no es el “Ritmo Discipular”, os lo
aseguro. Para los Maestros lo que importa es el Alma y el cuerpo se mantiene a
duras penas como una suerte de “mal necesario”. Se le mantiene en su mínimo
perfil vital para que moleste lo menos posible, se le da mucha agua por fuera y
poca por dentro, se le alimenta de vegetales.
A
Mí se me permitió, tal vez por mi endeblez física, tomar vitaminas, por vía
bucal e inyecciones, pero Yo me olvidaba generalmente de aprovechar de esto.
¡Era tan maravilloso lo que estaba viviendo, era tan bello vivir en la cripta¡
Podría
deducirse que mi vida en la cripta era exclusiva, una suerte de “Internado” sin
ningún contacto con el mundo exterior. Pero no fue así, yo seguía trabajando en
la Sociedad teosófica dando conferencias y también estudiando, primero en la
Facultad de Ciencias Médicas y luego en la Facultad de Filosofía y Letras,
cursando las carreras de Filosofía, Historia e Historia del Arte.
Pasados
los 20 años (edad en que comencé a escribir ANKOR), inicié mis trabajos en el
sótano de Amenábar convertido en Cripta de Ritual Egipcio y continué
recibiendo, ahora del nuevo Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
de Adyar, Sri Ram, algunas cartas y fotocopias y copias carbónicas
aparentemente muy viejas que llevaban siempre como remitente “Madras 20 th”.
Le
serví de chofer en el primer viaje que él hizo a Argentina y él visitó mi
cripta y la aprobó, pero a mí me pareció que con escaso entusiasmo. Pero una
interna Voluntad, que afortunadamente no me abandonó en toda la vida, me hizo
seguir con motor propio más allá de aprobaciones que mi juventud hubiese
querido que fuesen más entusiastas.
Los
dos primeros años de cripta me llevaron a desarrollar la posibilidad de
contactar más directamente con los desconocidos Maestros de Sabiduría.
Empezó
para Mí una época en la cual estuve dedicado plenamente a la tarea de penetrar
más y más en el Mundo Mistérico, tuve que arriesgarme a pruebas y ejercicios
muy duros que llegaban a dejarme extenuado, tirado sobre la arena que cubría el
suelo de la cripta varias horas, recuperando poco a poco las energías
imprescindibles para accionar el mecanismo de pesas y salir de ella.
Comencé
la dura y difícil tarea, para Mí que jamás estudié eso, de tallar una muy
grande estatua de Osiris que estuvo luego adosada a uno de los muros de la
Cripta, llegando desde el suelo hasta el techo. Por lo que se puede decir que
tenía una cripta "egipcia" en toda regla, hasta con una tabla de
ofrendas improvisada sobre la antigua mesa a la que había pintado signos
zodiacales.
A
pesar de las dificultades, mis deberes de disciplina, estudio y trabajo en la
cripta no cesaron ni disminuyeron.
En
la visita que Sria Ram hizo a Argentina en 1957, él me dio lineamientos
generales para que creara un nuevo movimiento separado completamente de la
Sociedad Teosófica. Yo quise protestar pero no hallé palabras, creo que en el
fondo estaba horrorizado. Y lo que siguió aumentó mi estupor: me anunció que mi
trabajo en la cripta llegaba al final y que debería sumirla en sueño,
desmantelarla, cerrarla.
Con
el egoísmo propio de quien ha puesto mucha energía en un proyecto y en un
trabajo, ya no me acuerdo con qué palabras traté de "protestar" y
pedir alguna explicación. Después de todo Yo había soñado llegar a ser Médico
Mago, viajar al Tíbet... y si bien estos planes se me habían ido diluyendo subconscientemente,
jamás había concebido un giro tan "brutal" en mi vida. Pero rechazó
mis alegaciones, él partió y Yo me quedé llorando, de bruces sobre el volante
de mi coche.
Tras
la forja de la cripta, ahora desmontada en el sentido esotérico y exotérico, mi
capacidad de trabajo era muy grande; me bastaba con dormir 3 horas diarias,
comer cuando podía y beber cuando me acordaba. A veces sentía resentirse mi
cuerpo... pero Yo estaba acostumbrado a eso... había sido el "pan"
cotidiano durante cuatro largos y maravillosos años, pero lo sabia, ya no
viviría jamás nada semejante.
Por
"romanticismo", más que por sentido histórico, que era aún muy
incipiente en Mí, dejé un par de pinturas en la Cripta y si bien la vacié de
arena y de los tubos con substancias alquímicas que la activaba, dejé uno, en
uno de los muros, con el nombre de los viejos compañeros teósofos que me
impulsaron en los primeros tiempos. Luego desmonté los contrapesos y la cripta
se cerró pesadamente por muchos años. »
(Extractos)
¿QUÉ TAN
VERÍDICA ES ESTA HISTORIA?
Existe una foto que muestra
que efectivamente Jorge Angel Livraga tenía un sótano en su casa:
Pero desconcierta mucho que
Livraga no mostró la decoración que supuestamente él había pintado y dejado
en su cripta (y más sabiendo que Livraga era un hombre muy presumido), y el hecho
que él también fue un hombre muy embustero y mentiroso me hacen considerar que
lo más probable es que su “cripta” haya sido simplemente otra mentira inventada
por Livraga para impresionar a sus seguidores.
NOTA
Un antiguo miembro de Nueva Acrópolis reveló lo siguiente:
« La cripta JAL la construyó en el sótano de su casa, que al morir su madre pasó a ser la sede de Nueva Acrópolis en calle Amenabar. Más que un templo, es una especie de sótano, en donde solo se conservan dos pinturas de Livraga: una del juicio del alma y la otra una especie de Lira, ambas pinturas parecen hechas por un niño pequeño. La cripta la han restaurado, y guardan allí las cenizas de Livraga,
También hay una especie de obelisco de mármol de un metro y 20 más o menos, el cual Livraga decía que estaba energéticamente conectado con Egipto. Él lo "desconectó" y dijo algo así como que el "próximo discípulo" lo va a volver a conectar. En Nueva Acrópolis abundan este tipo de historias "esotéricas". No hay que olvidar que Livraga decía que en una antigua encarnación había sido un sacerdote en Luxor. También decía que había sido de la nobleza española en el siglo XVII, y por eso algunas veces firmaba como Fernando de las Casas, y gustaba de llevar la famosa "capa Castellana", una prenda de vestir de lujo que no cuesta menos de 1000 dólares la más sencilla. »